GenshinData-1/Readable/ES/Book7_ES.txt
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2022-08-22 01:25:58 -03:00

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“Dientecito, dientecito, vuela lejos con el viento un poquito”,
recitó el zorro.
Sopló las semillas del diente de león, que se alejaron volando, y anunció solemnemente:
“Así, sus deseos volarán con el viento y llegarán al Arconte Anemo”.
En ese instante, una ráfaga de viento se llevó muchos otros dientes de león.
¿Volaron a algún lugar apacible junto con mis esperanzas y sueños?
¿Cuándo ocurrió?
Hace algún tiempo, en la parte trasera del pueblo, crecían innumerables árboles frondosos, y en el centro del bosque había un pequeño lago.
Me recordó a las vidrieras de la Catedral de Mondstadt, tan brillantes y resplandecientes.
La luz del sol brillaba a través de las hojas de los árboles, reflejándose en el agua como piedras preciosas fragmentadas. Era realmente bello.
Ese día hacía fresco. Yo estaba cazando en el bosque con mi arco y, al llegar al lago, sus resplandecientes aguas me recordaron a una mujer que amé hace mucho tiempo.
No recordaba cómo era, solo que sus ojos se parecían al agua del lago, brillantes como piedras preciosas fragmentadas.
Creo que perdí la conciencia y me dormí sin darme cuenta al contemplar esas rutilantes aguas. Caminé indiferente por la orilla del lago y olvidé que había salido a cazar.
Desperté cuando escuché el sonido de algo que se congelaba. Era una flor helada que crecía junto al lago, y que congeló el agua que la rodeaba. Al lado había un zorro blanco que tenía la cola congelada en el agua. Pobre criatura.
“Debe haber tocado con la cola el agua que hay junto a la flor helada mientras bebía”.
Las flores heladas son plantas peligrosas que podrían causar congelación si no se tiene cuidado. Hay que ser muy cauto para recogerlas.
Al ver cómo me acercaba a él, el zorro forcejeó con miedo. Su cola congelada se agarrotó aún más y lanzó un gemido de dolor.
“Oh, no. No hagas eso”,
pensé.
“Pobre animal. Morirá de hambre si no lo salvo. Me lo llevaré a casa y esa será mi buena acción del día”.
Imaginé el delicioso guiso de zorro que podría cocinar con los rábanos que cultivé. Solo pensar en ello me devolvió la energía y me hizo sonreír.
Entonces, saqué mi arco de cazador y caminé cuidadosamente hacia él.
“Buen chico. No te muevas”.