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Aunque las anécdotas de Itaru, la kitsune negra, llegaron a su fin, pido que me perdonen por divagar sobre cosas del pasado.
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Por alguna razón que hasta la fecha no se ha podido esclarecer, en aquel entonces Yuurakusai incitó la ira de la señorita Saiku. Sin embargo, la Srta. Yae accedió a contarme la historia conforme el vino fluía.
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Lo que sigue a continuación son mis propias palabras. He transformado la realidad en una historia ficticia.
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Cuando la Sacerdotisa Kitsune dejó los campos de Hakushin para dirigirse al Gran Santuario Narukami, la Srta. Yae aún no había nacido. Por eso, esta pasó su infancia escuchando historias sobre la señorita Saiku, y desarrolló una gran admiración y respeto por ella.
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Por esta razón, los años de peregrinaje de Yae llegaron a su fin con su visita al Gran Santuario Narukami.
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Debido a su relación sanguínea, la Sacerdotisa Kitsune prestó gran atención a la crianza de la Srta. Yae. Sin embargo, la Srta. Yae ahora evita en la medida de lo posible recordar aquellos días...
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Aunque he asegurado que estas no son más que palabras del autor, evité divulgar muchos detalles de la vida de la Srta. Yae para evitar que estas líneas sean eliminadas por la editora en jefe.
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Pero volvamos al tema de la señorita Saiku. En aquella época, Yuurakusai provocó la ira de Saiku por motivos desconocidos hasta hoy día. Lo único que se sabe es que quizás sus acciones estuvieron relacionadas con la última incursión del Abismo.
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Sin embargo, luego de que Yuurakusai fuera obligado al destierro, la Sacerdotisa Kitsune no podía quedarse en el Gran Santuario Narukami, por lo que fijó su residencia en Tenshukaku.
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“Una gran calamidad se avecina. Debo cumplir con mi deber de proteger a los seres vivos, por lo que debo acudir a la Shogun lo antes posible”.
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Al momento de la segunda partida de la señorita Saiku, la Srta. Yae no era más que una jovencita. La persona a la que siempre había seguido la dejó una vez más. No comprendimos las palabras de Saiku hasta que el desastre azotó el archipiélago...
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Pero ya era demasiado tarde, y el curso de la historia fue contrario a lo que uno esperaba.
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Entonces, la señorita Saiku se marchó por tercera vez, y en esta ocasión, de manera definitiva.
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Para los humanos, los acontecimientos de hace quinientos años son algo muy remoto, pero para aquellos seres de vidas más longevas, la aflicción y el sufrimiento que dejaron son difíciles de borrar. |