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Prólogo

Las historias relacionadas con los recuerdos siempre están relacionadas con el instante en el que se obtiene algo para luego perderlo.

El motivo detrás de este humilde escrito no es nada fuera de este mundo.

Aquella noche, mientras bebía para pasar el tiempo en el Restaurante Uyuu, cuando me encontré con una vieja amiga que no había visto en años, quien de pronto se sentó a mi lado.

“Oh, ¿quién es esta persona que está de buen humor, a pesar de beber a solas?”.

Al escucharla, le respondí:
“No siempre tienes el privilegio de disfrutar de un buen trago. En ocasiones, tienes que ser paciente y esperar —incluso si eso implica beber a solas”.

“Las mismas viejas excusas... Eres tan aburrido como siempre...”.
Ella se convirtió en editora en jefe, y le ha ido bien. Sostiene la taza en su mano con gentileza, como si estuviera de humor para un trago.
“¿Buscas ganarte una propina? Después de todo, no hay nada que hacer”.

“Yo invito las bebidas esta noche”.
Ella ríe mientras lo repite por tercera ocasión.

“Volviste”.
Pétalos del Cerezo Sagrado llevados por el viento caen en su taza, creando ondas en la pequeña luna reflejada en ella.
Un sentimiento familiar brota dentro de mí, y unas palabras vergonzosas salen de mi boca en contra de mi voluntad:

“Estás ebria”.
Hay disgusto en su expresión, y el tono de su voz es resuelto y serio.
Pero tras un instante, pone la taza en la mesa y suelta un suspiro:
“Cuando ella se fue, yo todavía no había nacido”.

Yo apenas era un adolescente.

“Quizás eres el único que puede recitar las historias que ella solía contar”.

Y así es como terminé por escribir de nuevo para la Editorial Yae.
A mis fieles lectores, les pido que no lo malinterpreten como una promesa egoísta para dejar de escribir.
Pero estoy preparado para los descuentos en esos exquisitos licores, así como pagar de vuelta las rondas de bebidas que la editora en jefe amablemente me invitó.